Dos cerezos enamorados, nacidos distantes,
se miraban sin poder tocarse.
Los vio una nube, que movida por la compasión,
lloró del dolor y agitó sus hojas... Pero no fue suficiente,
los cerezos no se tocaron.
Los vió una tormenta,
que movida por la compasión,
gritó de dolor y agitó sus ramas...
Pero no fue suficiente,
los cerezos no se tocaron.
Los vió una montaña,
que movida por la compasión,
tembló por el dolor y agitó sus troncos...
Pero no fue suficiente,
los cerezos no se tocaron.
Nube, tormenta y montaña ignoraban, que bajo la tierra, las raíces de los cerezos estaban entrelazadas,
en un abrazo sin tiempo.
Leyenda Zen -
Fuente: Facebook