El nombre de la nena es “Alma”.
En el año 1975 comencé a pintar,
algo que llevaba dentro mío desde la infancia,
conservo fotos analógicas de mis primeras obras.
En el año 1978, nacía mi segundo hijo;
pintar era la pasión de mi vida;
tuve la suerte de tener encargos,
pero otro niño me implicó buscar más sustento para mi familia,
y tuve que dejar en "stand bye" eso que tanto me apasionaba,
con el deseo que cuando me jubilara volvería.
Así fue que guardé mi valija, pinceles,
óleos, bastidores y atriles,
para ese momento dejando también una obra inconclusa.
Pasaron 38 largos años...
y la oportunidad volvió, ya jubilado.
Solo necesité desempolvar mis herramientas,
que estaban impecables como las dejé,
con la sorpresa
que los óleos me esperaron,
estaban utilizables en un 100%.
Comencé a tomar clases,
nunca lo había hecho
y lo primero que hice fue terminar esa obra que
me estuvo esperando tanto años inmaculada.
Luego vinieron otras con imágenes que habían
estado grabadas en mi retina durante años;
de mis viajes, un paisaje del lago Guglielmo
que he visitado muchas veces
y siempre iba al mismo lugar a sacar la misma foto
que cambiaba con el tiempo.
Seguí con otras de mis viajes que tenía fotografiadas.
Un Templo en Tailandia dentro del mar y así continué
pintando queriendo recuperar esos años perdidos.
Cada día me motivaba más.
Empecé con una clase por semana y luego con dos,
con mi mentora y profesora Patricia Martines,
que me supo guiar y lo continúa haciendo,
en la búsqueda de mi identidad como artista plástico;
arme mi atelier en una habitación desocupada,
donde estaba yo y mi mundo.
Templo Tanath Lot en la Isla de Bali, Indonesia,
en unos de mis viajes por el sudeste asiático.
Uno de los canales de Venecia,
con sus famosos gondoleros.
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2018: Esta obra fue expuesta en la Facultad de Derecho
en Mayo de este año, en una exposición a
Beneficio del Rotary Club “La Veleta” de Caballito.
Fuente: